Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. (Rayuela)

miércoles, 15 de julio de 2009

Hemos vuelto Charles.


mi casa huele a cerveza, a los lados de mi mesa se acumulan los paquetes de tabaco y las tazas vacías de café de la última semana hasta hoy. llaman a mi puerta, incansables, escritores de pacotilla y viejos marines que luego decidieron escribirle poemas a las chicas de sus puertos. maleantes. aunque bueno, ojalá yo hubiese tenido una vida como la suya. mirrando correr el agua a los lados de mi barco, y sin saber si habrá tierra firme en 100km a la redonda. ese tipo de incertidumbre es la que echo de menos. la de escribir, la de la inspiración, últimamente ni me va ni me viene. creo que llevo puesta la misma ropa desde hace dos semanas. me he levantado y me he mirado al espejo. que rápido nos hacemos viejos. ya no me llama mi ex-marido. qué tal estará Katy ahora que ha dejado el trabajo?. se me hace impensable saber que al menos no volveré a verles pasados dos años. uno porque no quiere y la otra porque está de viaje. uno de esos años saváticos que mi querida Katy ha decidido convertir en 2 años. si yo tuviera dinero para al menos salir de éste antro durante un fin de semana lo haría. aunque volvería a beber alcohol seguro.
una pena que haya dejado de escribir a máquina, pero, que pesado se me hacía transportarme con ella, y que divertido era escribir 4 o 5 veces la misma frase porque estaba ebria y me equivocaba. que bonitas aquellas tardes en París, la vieja rue de Seine, trajes, chaquetas, helados rosas.. yo no había cumplido los 20 y él ya sobrepasaba los 30. qué bonito era todo y cuán felices eramos cuando encontrabamos un bar que cerrase más tarde de las 2.

1 comentario:

  1. Desafiando el oleaje sin timón ni timonel, por mis sueños va ligero de equipaje sobre un cascarón de nuez mi corazón de viaje.
    Descolocarme y devolverme al pasado. A sitios que solo pisé en sueños. A sitios que no creo volver a pisar. Hundirme hasta el fondo donde se mezclan oscuridad y brillo estelar. Corretear por carreteras desnudas y virgenes con carteles maltrechos con escrituras profanas que tengan un grafiti en mitad que nos diga, esta es la salida. Hemos llegado amiga. Como siempre tienes costumbre, me empujas hasta el final de la utopía

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