Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. (Rayuela)

miércoles, 19 de agosto de 2009

Un día en mi mundo.


Las peleas en casa me aburren, no tanto como la tele pero lo hacen. Supongo que algún día cuando sea adulta y tenga cosas en la cabeza importantes de las que ocuparme entenderé por qué se gritan mis padres. Y también supongo que algo se me pegará de sus broncas, y me brotará la mala hostia de vez en cuando. No me asusta pero me parece un poco molesto.
Así que en medio de la bronca del señor José Manuel y la señora Carmen salté por la ventana, vivo en un primer piso así que no me costó demasiado.
Aprovechando una especie de tubería que hay me deslicé, pero se me enganchó un pin entre tubería y pared así que tuve que colocarme mejor y saltar. Casi me tuerzo un pié. Una vez en el suelo, una parte de piedras y césped me recibe y pego un saltito más. Estoy alegre.
Decido bajar andando la calle y acercarme a un campito de tierra donde la gente suele pasear. Son las diez de la noche así que no me da miedo que me intenten violar y raptar porque es la hora punta de sacar al perro.
Por el camino me encuentro con una piedra que tiene forma de cabeza de elefante, un niño que parece un emo, otro que se da un aire con Porta y una señora francesa que va de elegante, pero que de elegante no tiene ni un pijo, con un par de perros de la raza del mío.
Le pregunto cómo se llaman sus perros, se hace el silencio.
Le pregunto si entiende mi idioma, se hace el silencio.
Miro a la señora en cuestión a los ojos y tuerzo la cabeza como un perrillo cuando no entiende que haces.
La señora me mira impasible.
Le pregunto algo en francés, canto una canción de la Bruni y pego un salto.
La señora se ríe.
Decido despedirme ‘’a la francesa’’ y ya de paso pasarme por el OpenCor y pillarme algo de beber, coca cola, redbull, lo que sea.
Me doy cuenta de que no tengo un duro cuando estoy en la caja, le hago ojitos al cajero y le pregunto como se llama aunque lo acabo de leer en su pecho.
‘’Antonio García Baquero’’. Evito hacerle la coña del queso y le sigo mirando.
Parece que mi mirada ha hecho efecto, pasa el redbull por el lector de códigos de barras, me sonríe, me da el redbull y me pregunta que si le espero afuera.
Le digo que tengo que cuidar de mi hijo, de la abuela de mi novio y hacer huevos fritos y me deja en paz.
Salgo del OpenCor con la mirada perdida canturreando el machomen, me tropiezo con un bolardo y mi sandalia sale disparada. Le pasa un coche por encima. Voy a por mi sandalia y está bien, algo más negra pero sirve.
Me voy al campito, me siento en un pedrusco y miro a mi alrededor. La señora francesa sigue sacando a los perros y me empiezo a reír. En esto me doy cuenta de que me arde el pantalón y resulta que el capullo del cigarro me estaba prendiendo parte del vaquero. Sofoco el fuego escupiéndome encima y me levanto a pasear el culo. El campito se está quedando sin gente y me voy a pasear por la frontera hacia Majadahonda. Mi mente se ha ido a su parra y acabo de llegar a una rotonda que reconozco porque hay un sitio que se llama Coquerel. Me río y vuelvo a casa.

2 comentarios:

  1. Oh mon amour, je voudrais avoir été cette femme à la quelle tu as donne un second pour lui faire sourire.
    Quien fuera sonrisa de las caras que te miran María

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  2. ¡Locuuuuura!
    ¿Sabes qué? Que te per-sigo. Vamos, que te agrego.

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