Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. (Rayuela)

viernes, 28 de mayo de 2010

Me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar.



-Hola soy yo, llamaba para decirte que aunque esté fuera, estoy dentro de tu casa, dando vueltas del baño a la cama. Te acaricio el pelo y respiro del aire que exhalas. Y flotando, y rodando, sacándote de tus casillas, sintiéndote a cada paso. Es tan corto el tiempo a tu lado, es tan largo cuando desapareces. Y me basta mirar de reojo tu ausencia para sentirme vacía. Y pienso en ti y nacen madreselvas a la mitad de mi cuerpo, y creo que nunca habrá menos. Estoy subiendo, cada vez te necesito más, espero a que las distancias se acorten para verte cruzar de nuevo la curva de mi espalda. El eterno absorber simultáneo de tu aliento. Cenizas de cuentos que regresan justo cuando los creías idos. No nos queda más que todo, y nada. Nunca creí que fuera tan mágico tenerlo todo por hacer, desperdigado por el suelo de madera clara, junto a un par de zapatillas y una mochila llena de pájaros, de sueños in crescendo, de ti, de tú, de nosotros.

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