Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. (Rayuela)

sábado, 24 de julio de 2010

Mami qué será lo que tiene el negro.

¿qué tendrá el negro que yo no tengo?




Antes de nada que quede claro que soy buena gente, a ver si luego vamos a tenerla. Pago mis deudas, quiero a mis amigos, procuro andar por ahí sin molestar…En general me hago querer, supongo. Pero el caso es que hace unos años me enamoré perdidamente de una chica. Tenía un buen par de tetas, pero no me importaba porque yo nunca fui un hombre de tetas. También era muy guapa y tenía una forma de andar increíble, te sentías Dios si la agarrabas por la cintura en mitad de la Gran Vía. Quedábamos día sí y día también, hablábamos de todo, bebíamos hasta las tantas en cualquier lado y luego se quedaba en mi casa a dormir. De tantas veces que se quedó terminó instalándose. Yo no se lo pedí. Ella vino y punto. La verdad es que tampoco iba a decirle nada, a esas alturas Cupido ya no me tiraba flechas, eran más bien lanzas. Creo que si me rascabas un poco salía purpurina. Soy un tonto, ella me volvió estúpido. La estaba manteniendo pero es que no me importaba porque tenía esa forma de mover el pelo y cocinaba tan bien… Pasaron los meses, ella seguía en mi vida, se había solapado. Y yo tan feliz. Ella era alegre y divertida, veíamos películas de miedo y nos descojonábamos, nos duchábamos con Ben Harper de fondo… pero el sexo dejó de ser bueno. En realidad no sé si alguna vez fue bueno, la cosa es que empezó a ir de peor en fatal. Yo no me di cuenta hasta que pasados tres años de relación, volviendo de casa de algún amigo de ver el partido, me la encontré en la puerta con las maletas. Ahí fue cuando la hormiga de la realidad se convirtió en anaconda y yo andaba ya más que digerido. Subí las escaleras, abrí la puerta de casa y me la encontré allí. Nada más verme dijo “Lo siento cariño, me largo” Entonces se piró con un cubano. En mi casa no quedó nada de ella, creo que su olor, pero de eso me encargué llamando a unos amigos, dejamos toda la casa oliendo a porro. De ella no sé nada, seguirá con el cubano. De mí…ahora me dirijo a profesionales para el tema sexual, y si no…”no protestó nunca mi mano derecha”

texto basado en la canción Malaputa, del señor Rafa Pons.

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